MICROCLUB, un bar lácteo y las piernas de jamón
Un microinstante en las vidas de los que llegan y se van con la cerveza a cuestas, tras sus pasos repetidos, repetidos, repetidos. Efímera arquitectura algo colectiva, algo sola, algo abandonada al color amarillento de las pantallas de unos televisores que nos recuerdan a los ANTU. “A ningún chileno le faltará televisor”, más tarde, otro dijo “todo chileno tendrá su bicicleta”. Televisores, bicicletas. Alguien podría haber ofrecido piernas de jamón para todos. Jamón, jamón. Saladas piernas de jamón. La sal de las piernas que rodean a quienes hablan de si mismos porque no conocen a nadie más. Piernas a lunares que oyen a los que hablan de si mismos, moviendo montañas. Un dj que no parece dj, que no pincha discos como dj, pero que habla como dj, mientras suena una larga letanía de máquinas.
Amigos. Amigos nuestros. Nosotros amigos de ellos. La Luna, que en esos momentos es más alta, forma una extraña figura imposible de entender. Figuras de sal por la hora, por la noche, por la sed de sentirnos inundar todo. Figuras de sal que desaparecen de repente, sin discreción. Siguen el camino de la vía láctea, bajo la vía láctea. Y los dos sentimos la sal sobre las paredes rojas que repiten la imagen hasta el infinito para que no termine ese momento, para que llene todos los momentos, hasta el fondo de la sal, abriendo las ganas bajo una larga blancura. La Luna, piernas de jamón, el bar lácteo, la sal sobre la vida de los amigos, salando sus heridas, leche sobre la suave Venus de porcelana, pero hay que volver. Volvemos viendo con alivio a los amigos, sin seguir la música porque esa música perjudica seriamente la salud. Volvemos al cubo Rubik de mesas, sin tratar de armarlo. Y hablamos y hablamos si armarlo. Y te beso y te vas olvidando dónde estamos. Bésame de nuevo, que a mí se me olvidó hace rato. Un microclub demasiado grande para llamarse así. Paradojas. Como desaparecer convencidos que nadie lo nota en un lugar grande, pero pequeño para desaparecer. Y volver más adelante a adentrarnos en nosotros y desaparecer una vez más y otra vez. Y volver a aparecer para desaparecer en los momentos en que envolvemos otro lugar más con nuestro amor. Microinstantes que duran para siempre, microespacios donde se puede habitar, microclubs.
12 Comments:
At 11:00 a. m.,
Anónimo said…
hermoso texto. Gracias
At 3:50 p. m.,
Anónimo said…
jamón, jamón para todos
At 6:47 p. m.,
Anónimo said…
lo mismo digo yo, y olé
At 7:53 p. m.,
Anónimo said…
conozco un lugar que se llama asi en Conce, será ese?
At 5:44 a. m.,
paulina y marco said…
Musiquilla de esferas: si el lugar que mencionas queda en Orompello, entre O'Higgins y San Martín, cerca de un Supermercado, ese ese ese mismísimo es.
At 10:12 p. m.,
Anónimo said…
que locura no?
At 8:11 a. m.,
Anónimo said…
ke buena historia
At 4:04 p. m.,
paulina y marco said…
te amo
At 7:48 p. m.,
Anónimo said…
tiene razón la putita (otra vez, mi amiga. Ella no quiere que se conozca su nombre), es un blg excelente, y muy entretenido.
At 2:55 p. m.,
Anónimo said…
si, es muy entretenido, pero lo mejor es que es romantico con la justa dosis de cachondeo
At 7:47 p. m.,
Anónimo said…
el jamón es más sabroso cuando es el de "tu pierna"
At 12:52 p. m.,
Anónimo said…
su manera de escribir da una agradable sensación de vertigo
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