PAU Y MARCO DESPUÉS DEL POSTRE

TE AMO

viernes, enero 25, 2008

EL GRAN PEZ (Todo sobre mi padre)



"Al cabo del tiempo, el historiador se convierte en historia y no sólo nos importa saber cómo era el campamento de Atila sino cómo podía imaginárselo un caballero del siglo XVIII." Jorge Luis Borges en su prólogo a la Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano, de Edward Gibbon, 1776-1783.

1. Cada vez que el hijo le preguntaba a su padre cómo fue su nacimiento, éste le contaba una gran historia: que había ido tras un enorme pez dorado, luchando con el portentoso ser contra el que pescador alguno había podido nunca. Y por eso no había podido llegar al parto. El médico le cuenta al hijo cómo ocurrió realmente: un parto normal, sin complicaciones, con los elementos propios de un parto exitoso. “Un parto perfecto”, y agrega, “personalmente, si tengo que elegir entre lo que te conté y la historia que te contó tu papá, me quedo con su historia”.
2. El padre cuenta historias al hijo y, por supuesto, siempre participa en un rol protagónico. El hijo se maravilla con los cuentos un poco fantásticos, con esas interpretaciones libres de la realidad. Al crecer, el hijo le pregunta cómo fueron los hechos, esperando con ello saber cómo es realmente su padre y, consecuentemente, saber cómo es él. Y el padre contesta con sus particulares historias. El hijo quiere que le cuente lo bueno y lo malo y el padre, para entretener, adorna las historias con condimentos que no respetan la simple realidad.
3. El hijo se ha transformado en un contador de historias, arrogándose la capacidad de contar hechos sin fabulaciones. Aún así, el hijo contador de historias le pregunta al padre contador de historias cómo es la historia real. Así llegamos al final de la película (el final de la historia) y el hijo ve con sorpresa cómo las “historias” que le contaba su padre no sólo cobran vida, sino siempre fueron, en cierta forma, completamente ciertas.

El hijo espera que el padre le cuente la historia “real” para saber qué constituirá y, más precisamente, qué lo constituye. El hijo espera que los hechos tal como sucedieron lo constituyan, que los hechos reales sin adornos lo constituyan en cuanto a su conocimiento e historia. En los momentos de su constitución, el hijo no quiere un contador de historias sino un transmisor de conocimientos. Ahí surge un error conceptual imposible de soslayar: la creencia de que los conocimientos objetivos y los hechos puros son los que nos constituyen. Consideramos, de forma errónea (nuevamente), que la enseñanza consiste en transmitir contenidos; el que sabe transmite conocimientos al que aprende, y forma al educando, le transfiere contenidos y lo alimenta curricularmente. Pero no lo constituye necesariamente. Para constituir a un individuo, para hacer posible la encarnación del conocimiento, tanto o más importante que la historia es la forma de historiar. Tanto o más importante que el conocimiento es lo que el padre le ha entregado: un know how, un procedimiento que le permite encarnar el conocimiento y una forma de ver la vida. Lo que no ha sucedido de una manera, si está en la historia que contó el padre, de alguna manera le ha sucedido al hijo y, como le ha sucedido, lo constituye.
Aunque pueda parecer obvio, llega el momento en que el hijo logra captar lo importante de su manera de contar. Más importante que lo que se cuenta, es cómo se cuenta, cómo el narrador padre se convierte en historia y entrega conocimientos al narrador hijo.
El Gran Pez, de Tim Burton, por sobre todo es una hermosa fábula sobre la relación padre-hijo, por sobre la fantasía y la ágil edición de fotogramas están las historias que se transmiten de un padre a un hijo.
Hoy me sorprendo contando las mismas historias que me contaba mi padre o, cuando menos, contándolas de la misma forma. Las mismas historias que en algún momento (por un ocioso, aunque necesario, ejercicio intelectual) me parecieron fábulas, hoy constituyen mi manera de contar. Para esto es necesario, a veces, ver una película. Para reconocer al Gran Pez.

TODO SOBRE MI MADRE



mi madre empezó con el negocio de la lectura y escritura de cartas, como en Estación Central de Brasil. Yo tenía ocho años; normalmente era yo quien escribía las cartas y ella quien leía las que nuestros vecinos recibían. En más de una ocasión yo me fijaba en el texto que mi madre leía y descubría con estupor que no correspondía exactamente con lo escrito en el papel: mi madre inventaba parte. Las vecinas no lo sabían, porque lo inventado siempre era una prolongación de sus vidas, y quedaban encantadas después de la lectura.
Después de comprobar que mi madre nunca se atenía al texto original, un día se lo reproché de camino a casa: “¿Por qué le has leído que se acuerda tanto de la abuela, y que echa de menos cuando la peinaba en la puerta de la calle, con la palangana llena de agua? La carta ni siquiera nombra a la abuela”, le dije yo. “¡Pero has visto lo contenta que se ha puesto!”, me dijo ella.
Tenía razón. Mi madre llenaba los huecos de las cartas, les leía a las vecinas lo que ellas querían oír, a veces cosas que probablemente el autor había olvidado y que firmaría gustoso.
Estas improvisaciones entrañaban una gran lección para mí. Establecían la diferencia entre ficción y realidad, y cómo la realidad necesita de la ficción para ser completa, más agradable, más vivible.

(El último sueño de mi madre. Pedro Almodóvar recordando a su madre en El Andar.com, )

domingo, enero 13, 2008

Hoy cumplimos dos años



Sigur Ros volvieron a Islandia luego de una larga gira y quisieron reencontrarse con su gente, con su idioma y con el frío que sólo puede sentirse en Islandia. Recorrieron todo el país y, sin avisar, mostraron su música en campos, montañas y montones de nieve. Una orquesta abrigada, todos con gorros y ropa gruesa, el público con gorros y ropa gruesa, niños que nunca vieron tocar música (y menos esa música), viejitas que se arreglaron rápidamente para presenciar un concierto como los que veían en las películas, como pudieron se vistieron para asistir al teatro de Sigur Ros. Tocaron en casas y capillas, frente a pequeños públicos esperando ver lo maravillosa que puede ser la música que te toma por sorpresa, que te llega al corazón helado por la nieve, helado por el aislamiento, helado porque hace demasiado frío en Islandia. Todos abrigados por el frío islandés. El mismo frío que se siente en un caluroso lugar de veraneo cuando estamos separados.

Hoy cumplimos dos años, dos años que toman por sorpresa a muchos, menos a nosotros, porque estamos preparados para sentir lo que suena para los dos.

Hoy cumplimos dos años y hace frío en el calor de esta islandesa Serena. Pero el frío se pasará pronto, abrigándonos los dos.


Te amo mucho

Olé



Nos gusta mucho
que les guste
 
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